El pasado martes 14 de octubre, agricultores y campesinos de al menos 20 estados de México se movilizaron en un paro nacional agropecuario que incluyó bloqueos carreteros, protestas frente a oficinas gubernamentales y acciones simbólicas como el derrame de productos en casetas. Esta jornada de lucha no solo interrumpió el tránsito en regiones como Chihuahua, Michoacán, Jalisco, Sinaloa y Sonora, sino que también puso en el centro del debate la profunda crisis que atraviesa el campo mexicano.
¿Qué exigen los productores?
Las demandas son claras y urgentes:
- Precios justos para los granos básicos como maíz, trigo y sorgo.
- Pago de adeudos atrasados por parte del gobierno federal.
- Exclusión de los granos básicos del T-MEC, para proteger la producción nacional.
- Mayor inversión en tecnología agrícola y programas de apoyo.
- Creación de un Plan de Soberanía Alimentaria, que priorice cultivos sin transgénicos y fomente la autosuficiencia alimentaria.
Estas exigencias no son nuevas, pero el contexto actual —marcado por la inflación, el cambio climático y la falta de políticas públicas efectivas— ha intensificado el malestar del sector rural.

Impactos sociales y económicos
Aunque los bloqueos carreteros y cierres en rutas como Mexicali–San Luis Río Colorado generaron molestias para automovilistas y transportistas, es crucial entender que estas acciones buscan visibilizar una problemática que afecta a millones de familias rurales. El campo no solo produce alimentos: sostiene comunidades, tradiciones y economías locales.
Desde una perspectiva ética y comprometida, esta nota reconoce:
Que la protesta es un derecho legítimo cuando se ejerce de forma pacífica y con fines de justicia social.
Que el campo mexicano necesita políticas integrales, no paliativos temporales.
Que la ciudadanía urbana debe solidarizarse, entendiendo que lo que ocurre en el agro repercute directamente en la seguridad alimentaria de todos.
¿Qué sigue?
El llamado es al diálogo entre productores, autoridades y sociedad civil. Es momento de construir puentes, no muros. De escuchar al campo, no de ignorarlo. De apostar por un modelo agroalimentario justo, sostenible y soberano.
El campo habla. Escuchémoslo con respeto, respondamos con acciones.